LA FRAGILIDAD DE PRONÓSTICOS Y ASPIRACIONES EN LA GUERRA DE UCRANIA

Después de casi trescientos días desde que se iniciase la invasión rusa de Ucrania esta operación militar especial sigue sin contar con pronósticos unánimes sobre su desenlace y el momento y forma en que se alcance. Ni nadie se aventura a predecir cómo serán las negociaciones para un posible armisticio ni quiénes las protagonizarán realmente. O cuáles serán las condiciones desde las que se articule.

Ello no significa, sin embargo, que a lo largo de estos meses no se hayan alumbrado certezas de toda índole. Que van desde la tenacidad de la sociedad ucraniana, a la importancia determinante de las ayudas que se han arbitrado o a la ineficiencia bélica de un invasor al que todos le suponían capaz y poderoso.

Entre tales certezas cabría incluir, además, la sensación de estar asistiendo al inicio de una nueva globalización que transciende los anteriores ámbitos de los intercambios mercantiles. Y en la que habrá actores geopolíticos de la anterior que vean claramente mermada la relevancia que se les atribuía hasta ahora. Y otros que, aunque crean poder seguir como entonces, tendrán que redefinir sus maneras de hacer.

La contienda, a pesar de lo fragmentarias y brumosas que son las noticias que de ella llegan, ha puesto al descubierto muchas fragilidades e inconsistencias. Y ha dejado en papel mojado algunas pretensiones de autonomías estratégicas que sólo se mantenían sobre tales papeles. Por lo que habrán de reescribirse, tras considerar, con todas las cautelas necesarias, las consecuencias de la contienda y las capacidades reales de cada cual. Intentando ver, en cualquier caso, cómo son las circunstancias del futuro y no las del ayer.