La pandemia ha puesto de manifiesto los riesgos y las deficiencias, hasta ahora inadvertidas, de la división internacional del poder y del trabajo. Desde los déficits de Gobernanza Sanitaria Universal, hasta las dramáticas carencias iniciales de suministros, pasando por las rupturas en las cadenas de valor con alto grado de externalización, nos han hecho conscientes de la frivolidad intelectual con que habíamos interiorizado el supuestamente óptimo funcionamiento del orden Internacional preexistente. ¿Cómo deberíamos
reformarlo?