TRANSPORTE MARÍTIMO: HACIA LA DESCARBONIZACIÓN Y LA EFICIENCIA ENERGÉTICA

Las sociedades actuales y sus actividades, especialmente las económicas, serían totalmente inviables sin el transporte marítimo, cuya importancia fue puesta de relieve, una vez más, con motivo de la pandemia COVID-19. Y es que este sector es clave para la continuidad de los suministros esenciales y el comercio mundial. Así, e independientemente de otras formas de transporte y de las combinaciones entre ellas, el transporte marítimo puede ser considerado como el esqueleto de la logística global, representando más del 80 % del comercio mundial que mueve la comida, la energía y las materias primas a nivel mundial, así como otros productos manufacturados y componentes.

El transporte y el comercio marítimo resultan, por tanto, claves para el desarrollo humano y la generalización creciente tanto de la prosperidad de los pueblos como de la dinámica global a través de la que se relacionan. Además, el transporte marítimo sigue en continua expansión gracias a su eficacia como modelo de transporte, que resulta imprescindible para la globalización y la liberalización de mercados. No obstante, en estas dinámicas imparables el comercio marítimo internacional y la evolución del transporte que lo sustenta están condicionados por las complejas y cambiantes circunstancias geopolíticas y macroeconómicas globales.

Por ello el transporte marítimo se encuentra ante nuevas encrucijadas que se complican a medida que crece la interdependencia de los mercados. Y que cabría ejemplificar con lo vivido tanto para sortear la pandemia aludida como por las consecuencias de incidentes imprevistos o de la invasión de Ucrania. En el primer caso hubo un aumento significativo de fletes, se tensionaron las cadenas de suministros y se acrecentó la congestión portuaria, con efectos que todavía se dejan sentir.

En los otros casos bastaría recordar lo que fue el cierre del Canal de Suez por su bloqueo con la varada del portacontenedores Ever Given. Y el tercer ejemplo hace referencia a las consecuencias de la guerra y sus efectos en el Mar Negro, que han trastocado el comercio internacional para el embarque y distribución de grano y fertilizantes y propiciados cambios en las pautas hasta ahora vigentes.

A todo ello habría que sumar los cambios de hábitos de consumo, la expansión del comercio electrónico y la digitalización, la reorganización de las cadenas de distribución y aprovisionamiento, o la creciente sensibilidad con el desarrollo sostenible y la reducción de las emisiones de carbono. Por lo que este sector, obligado a responder de forma ágil y efectiva a cada nuevo reto, a pesar de su volatilidad tendrá que encontrar respuestas efectivas para asimilar los nuevos escenarios. Lo que va a acrecentar, de forma ineludible, el dinamismo usual del sector.

En esta sesión preliminar, pues habrá que considerar con mayor detalle algunos aspectos más adelante, se pretende apuntar algunos de los cambios más significativos y dar cuenta de los esfuerzos e iniciativas que habrán de hacerse. Lo que obligará a incorporar objetivos tales como reducir las emisiones de GEI al 55 % respecto a 1990 en 2030, así como a contribuir a que en el 2050 llegue a ser Europa el primer continente neutro en emisiones.

Estas consideraciones iniciales se hacen sin desconocer que para alcanzar esos y otros objetivos será preciso asumir toda una cadena de desarrollos tecnológicos, que comienzan con el diseño del buque, para seguir con el uso de combustibles alternativos, así como con los múltiples cambios regulatorios, organizativos y de estrategias empresariales que habrán de instrumentarse. Y que requerirán, a la postre, nuevas e insospechadas formas de actualizar un sector tan decisivo para el futuro humano.