La técnica es la fuente de nuestra capacidad como seres humanos de imponernos a la naturaleza; sin embargo, no debemos dar por evidente toda intervención técnica, como si estuviera siempre justificada a priori.
Se hace necesario alojar la técnica en una «placenta» que la enraíce en un tipo humano que disponga de un arte de vivir; un arte de vivir que evite los procesos de escalada que produce esa misma técnica cuando está sometida a la desnuda voluntad de poder, lo que ha constituido uno de los problemas a los que nos ha conducido la Ilustración clásica.